Instigador
de mentira, demonio furibundo, en mis
momentos de desdicha y de extravió y de
alucinación, a ti,
maestro
de los adversarios del Cuzco poderoso, te rendí
adoración con toda mi entereza, con todo mi
poder, en
holocaustos
y festines, y todo lo sacrifiqué por ti,
maestro
de ladrones avaros. Quizá vosotros, malvados y
ruines,
sois los malignos adversarios que ha venido
persiguiendo
el Creador de los hombres. Ojalá que así
siempre
y con estas palabras todos mis hijos y mis nietos
se
dirigieran a vosotros. Y este siervo sumiso de
Viracocha,
educador del mundo, supremo juez que siempre
alcanza,
a vosotros, maestros del mal, siempre os deteste.
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